Jeremiah 9:7-22

7Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos:

«Los refinaré y los probaré a,

Porque ¿qué más puedo hacer b con la hija de Mi pueblo?
8»Saeta mortífera es su lengua,

Engaño habla c;

Con su boca habla cada uno de paz a su prójimo d,

Pero dentro de sí le tiende emboscada e.
9»Por estas cosas ¿no los castigaré?», declara el Señor.

«De una nación como esta

¿No se vengará Mi alma f?

Amenaza de ruina y destierro

10»Alcen
Así en la versión gr. (sept.); en el T.M., Alzaré.
por los montes lloro y lamentación h,

Y una elegía por los pastos del desierto i,

Porque han sido desolados; nadie pasa por ellos j,

Ni se oye el bramido del ganado;

Desde las aves del cielo hasta las bestias han huido, se han ido k.
11»Haré de Jerusalén un montón de ruinas l,

Una guarida de chacales m,

Y de las ciudades de Judá una desolación, sin habitante n».

12¿Quién es el hombre sabio que entienda esto o? ¿A quién ha hablado la boca del Señor p que pueda declararlo? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto q sin que nadie pase por él? 13El Señor respondió: «Porque han abandonado Mi ley que puse delante de ellos, y no han obedecido Mi voz ni andado conforme a ella r, 14sino que han andado tras la terquedad de sus corazones s y tras los Baales t, tal como sus padres les enseñaron u». 15Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «Yo daré de comer v ajenjo a este pueblo y le daré a beber agua envenenada w. 16»Los esparciré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron x, y enviaré tras ellos la espada hasta aniquilarlos y».

17Así dice el Señor de los ejércitos:

«Consideren, llamen a las plañideras, que vengan z;

Envíen por las más hábiles, que vengan aa,
18Que se apresuren y eleven una lamentación por nosotros,

Para que derramen lágrimas nuestros ojos

Y fluya agua de nuestros párpados ab.
19»Porque voz de lamentación ac se oye desde Sión:

“¡Cómo hemos sido arrasados ad!

En gran manera estamos avergonzados,

Pues tenemos que abandonar la tierra ae,

Porque han derribado nuestras moradas”».
20Oigan, pues, mujeres, la palabra del Señor,

Y reciba el oído de ustedes la palabra de Su boca;

Enseñen la lamentación a sus hijas af

Y la endecha cada una a su vecina.
21Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas,

Ha entrado en nuestros palacios,

Exterminando a los niños ag de las calles,

A los jóvenes ah de las plazas.

22Así declara el Señor:

«Los cadáveres de los hombres caerán

Como estiércol sobre la superficie del campo,

Y como gavillas tras el segador

Sin haber quien las recoja ai».

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